Credos Clásicos de la Iglesia Cristiana


El Credo de los Apóstoles –

Das Apostolische Glaubensbekenntnis

 

Creo en Dios Padre, Todo Poderoso,

Creador del cielo y de la tierra.

Y en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,

que fue concebido por obra del Espíritu Santo;

nació de la virgen María;

padeció bajo el poder de Poncio Pilato;

fue crucificado, muerto y sepultado;

descendió a los infiernos,

al tercer día resucitó de entre los muertos;

subió a los cielos,

y está sentado a la diestra de Dios Padre todopoderoso,

y desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.

Creo en el Espíritu Santo;

la santa iglesia cristiana;

 la comunión de los santos;

el perdón de los pecados;

la resurrección de la carne;

y la vida perdurable.

Amén.


 

El Credo del Concilio de Nicea –

Das Nizänische Glaubensbensbeknntnis

 

Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso,

Creador del cielo y de la tierra

y de todo lo visible e invisible.

Y creo en un solo Señor Jesucristo,

Hijo unigénito de Dios,

engendrado del Padre

antes de todos los siglos,

Dios de Dios,

luz de luz,

verdadero Dios de verdadero Dios,

engendrado y no hecho, c

onsubstancial al Padre,

y por quien todas las cosas fueron hechas;

el cual, por amor de nosotros

y por nuestra salvación,

descendió del cielo

y, encarnado en la virgen María por el Espíritu Santo,

fue hecho hombre;

y fue crucificado también por nosotros

bajo el poder de Poncio Pilato. Padeció y fue sepultado,

y resucitó al tercer día según las Escrituras;

y ascendió a los cielos,

y está sentado a la diestra del Padre

y vendrá otra vez en gloria a juzgar a los vivos y a los muertos,

y su reino no tendrá fin.

Y creo en el Espíritu Santo, Señor

y Dador de vida,

que procede del Padre y del Hijo,

que con el Padre y el Hijo juntamente es adorado y glorificado,

que habló por medio de los profetas.

Y creo en una santa iglesia cristiana y apostólica.

Confieso que hay un solo bautismo para la remisión de los pecados;

y espero la resurrección de los muertos

 y la vida del mundo venidero.

Amén. 


 

El Credo Atanasiano

 

Todo el que quiere ser salvo, antes que todo es necesario que tenga la verdadera fe cristiana. Y si alguno no la guardare íntegra e inviolada, es indudable que perecerá eternamente. Y la verdadera fe cristiana es ésta, que veneremos a un solo Dios en la Trinidad, y a la Trinidad en la unidad; no confundiendo las personas, ni dividiendo la sustancia. Una es la persona del Padre, otra la del Hijo, otra la del Espíritu Santo. Pero una sola es la divinidad del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; igual es la gloria, y coeterna la majestad. Cual el Padre, tal el Hijo, tal el Espíritu Santo. Increado el Padre, increado el Hijo, increado el Espíritu Santo. El Padre es inmenso, el Hijo es inmenso, el Espíritu Santo es inmenso. El Padre es eterno, el Hijo es eterno, el Espíritu Santo es eterno. Sin embargo, no son tres eternos, sino un eterno. Como tampoco son tres increados, ni tres inmensos, sino un increado y un inmenso. Igualmente, el Padre es todopoderoso, el Hijo es todopoderoso, el Espíritu Santo es todopoderoso. Sin embargo, no son tres todopoderosos, sino un todopoderoso. Así que el Padre es Dios, el Hijo es Dios, el Espíritu Santo es Dios. Sin embargo, no son tres dioses, sino un solo Dios. Asimismo, el Padre es Señor, el Hijo es Señor, el Espíritu Santo es Señor. Sin embargo, no son tres señores, sino un solo Señor. Porque, así como somos compelidos por la verdad cristiana a confesar a cada una de las tres personas, por sí misma, Dios y Señor: Así nos prohíbe la religión cristiana decir que son tres dioses y tres señores. El Padre no fue hecho por nadie, ni creado, ni engendrado. El Hijo es del Padre solamente; ni hecho, ni creado, sino engendrado. El Espíritu Santo es del Padre y del Hijo; ni hecho, ni creado, ni engendrado, sino procedente. Así que es un Padre, no tres padres; un Hijo, no tres hijos; un Espíritu Santo, no tres espíritus santos. Y en esta Trinidad ninguno es primero o postrero; ninguno mayor o menor; sino que todas las tres personas son coeternas juntamente y coiguales; Así que en todas las cosas, como queda dicho, debe ser venerada la Trinidad en la unidad, y la unidad en la Trinidad. Quien, pues, quiere ser salvo, debe pensar así de la Trinidad.

Además, es necesario para la salvación que se crea también fielmente la encarnación de nuestro Señor Jesucristo. Esta es, pues, la fe verdadera, que creamos y confesemos que nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, es Dios y hombre; Dios de la sustancia del Padre, engendrado antes de los siglos; y hombre de la sustancia de su madre, nacido en el tiempo; Perfecto Dios y perfecto hombre, subsistiendo de alma racional y de carne humana; Igual al Padre según la divinidad, menor que el Padre según la humanidad; Quien, aunque es Dios y hombre, sin embargo no son dos, sino un solo Cristo; Uno, empero, no por la conversión de la divinidad en carne, sino por la asunción de la humanidad en Dios; Absolutamente uno, no por la confusión de la sustancia, sino por la unidad de la persona. Porque como el alma racional y la carne es un hombre, así Dios y el hombre es un Cristo; Quien padeció por nuestra salvación; descendió al infierno, al tercer día resucitó de los muertos; Subió al cielo; está sentado a la diestra de Dios Padre todopoderoso; De donde ha de venir para juzgar a los vivos y a los muertos; En cuya venida todos los hombres han de resucitar con sus cuerpos; y han de dar cuenta de sus propias obras. Los que hicieron bien, irán a la vida eterna; pero los que hicieron mal, al fuego eterno. Esta es la verdadera fe cristiana; que si alguno no la creyere firme y fielmente, no podrá ser salvo. Amén. 



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